En la época que nos ha tocado vivir; donde el estrés la competitividad y las excesivas prisas son compañeros fieles de este viaje que es nuestra vida.

Es necesario, parar y detenerse a contemplar los pequeños detalles que hacen cada una de nuestras vidas, de nuestros días especiales únicos e irrepetibles…

Os confieso, que en los últimos 2 años llevo un ritmo vertiginoso; que justo cuando creo que ya no se puede ir más rápido o hacer más cosas las circunstancias y mi propia forma de ser me exigen pisar otra vez a fondo el acelerador para aumentar “el kilometraje” o dividir el tiempo empleado, (cada vez más inexistente) entre dos.

Trabajo, proyecto, universidad, rehabilitación conferencias, curso de inglés y un largo etc luchan por hacerse un hueco en mi día a día.

Sin embargo, reconozco que no sería capaz de seguir este ritmo sino me tomase tiempo para detenerme y contemplar los pequeños detalles.

Detalles como; la sonrisa de un niño, un secreto entre amigos, las conversaciones con Dani,  las risas con Rosa,  la sensación y la certeza de apoyos incondicionales (Sergio, Mrtnz, Eva, Juan entre otros),  el sabor de una comida con la mejor compañía, el recuerdo melódico de uno de los mejores conciertos cuyas canciones pasaron a formar parte, instantáneamente a la banda sonora de mi vida (GRACIAS DANI, POR COMPARTIR ESE PEQUEÑO SUEÑO CONMIGO EL DOMINGO PASADO). Confidencias, risas, e incluso lágrimas (menos amargas, al ser compartidas)

Y un sin fin de pequeños agregados, que constituyen las grandes cosas de nuestras vidas.  Porqué sin esos pequeños detalles que mísera sería nuestra existencia!!! No creéis???

Y es que como muy bien me dijo una vez mi profesor favorito: 

“La vida es un viaje hacia delante, pero de vez en cuando hay que detenerse y disfrutar del paisaje. ;)”