Hace unas semanas, escuchando a Juan Antonio su explicación sobre la incapacidad de las personas a no juzgar, caí en la cuenta del absurdo e inevitable que son las “etiquetas”.

Está demostrado que lo primero que hace una persona es categorizar al que tiene en frente como amigo o enemigo.

A menudo noto como la gente me mira, la mayoría de ellos lo primero que hacen es fijarse mis bastones (no es una crítica considero que es normal ya que ver a una persona con muletas no es lo habitual), luego empiezo a hablar y mis muletas para bien o para mal se quedan al margen.

Mi día a día está lleno de reuniones por lo general, con gente que me dobla en edad, formación o experiencia (o tal vez las tres cosas).

Antes hasta hace bien poco me preocupaba muchísimo lo que pensará la gente, cuando iba a la playa y la gente miraba mis cicatrices a menudo me sentía como una mierda y quería desaparecer.

Luego poco a poco me di cuenta de que eso era algo con lo que tenía que vivir que mis cicatrices (varias) estaban ahí por una razón y eran señal imborrable de muchas mejorías.

A menudo las personas etiquetamos a quienes nos rodean. Sobre mi, aparecen las “etiquetas” de «joven», «inexperta» y porque no decirlo “paralítica cerebral” o “ discapacitada”.

Pero en este tiempo me he dado cuenta, que ya no me importa tanto las etiquetas que me pongan.

Pues como muy bien he dicho antes la incapacidad del ser humano para juzgar es un hecho demostrado y quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.

Lo cierto es, que sólo me debe importar las etiquetas que me pongan aquellos a los que quiero, aquellos que me importan y que forman parte de mi vida y conviven conmigo de una forma u otra en mi día a día.

Lo cierto es, que he recibido cientos de apoyos, de conocidos, de desconocidos que han pasado a ser amigos, de asociaciones que son compañeras combatientes incesantes por cambiar las injusticias.

Se está acabando el año, y me estoy dando cuenta de una cosa importante: “ las únicas etiquetas que nos deben importar son las que nosotros mismos o las personas a las que respetamos queremos y/o admiramos nos impongan.

Mañana comeré con tres de las personas más importantes que hay en mi vida, en todo este camino no han dejado de acompañarme ni un solo momento, hoy, como cada día he recibido cientos de correos dándome su apoyo y cariño, otras tantas llamadas telefónicas…

Sí, creo que la etiqueta que mejor me define y más feliz me hace es la de “bien acompañada y muy querida”.

Esa, sin duda, es la mayor de las suertes y es gracias a vosotros.

Este año, una vez más se ha confirmado mi creencia de que hay mucha gente con su buena locura dispuesta a cambiar un mundo lleno de cosas inmundas. ¿No creéis?

Se os quiere un abrazo prenavideño.