• Tres mujeres con discapacidad demuestran día a día en la planta de Nature Choice que su trabajo está a la misma altura que el del resto de la plantilla.

Querer, saber, poder son los tres vértices del triángulo del éxito, pero a veces ocurre que uno de sus lados es desigual, si bien la palabra éxito no desaparece del triángulo isósceles resultante. Rosario Sánchez es prueba de ello. Mujer, mayor de 45 años y con una discapacidad, tiene un puesto de trabajo de carácter indefinido.

No puede recibir los rayos del sol. Sufre la enfermedad de lupus eritematoso desde los doce años, aunque se lo detectaron no hace mucho. El lupus no ha sido obstáculo para ella, que no ha parado de trabajar. Esta abderitana, de 52 años y con un hijo de 25, puede presumir de haber estado tan sólo cuatro meses de su vida en la lista del paro, cuando la crisis de la construcción cerró la empresa que esta emprendedora había creado, convirtiéndose en la primera mujer fontanera de Andalucía.

«Era una empresa multiservicios que monté con una compañera electricista, pero la gente -cuenta Rosario- no está acostumbrada a que te vaya a casa una fontanera, así que el principal sustento de la empresa era la limpieza de obras y con la crisis…»

Resolutiva como siempre, Rosario acudió a la Federación Almeriense de Personas con Discapacidad (FAAM), que desarrolla el programa de empleo Acciones Experimentales, cuyo objetivo es «conseguir la normalización del colectivo de personas con discapacidad y, por tanto, su inclusión en el mercado laboral».

Los técnicos del área de Empleo de la FAAM realizaron durante el pasado año visitas a 273 empresas almerienses en las que han tratado de eliminar posibles estereotipos asociados a las personas con discapacidades. Estas entrevistas han dado como fruto acuerdos y proyectos que en muchos casos se han traducido en convenios de colaboración, como el firmado con Copexphal, Asempal o hace dos años con la empresa de manipulado de productos hortofrutícolas Nature Choice. En su planta de Almerimar trabajan una media de 300 empleados. Entre ellos, está Rosario.

Forma parte de la plantilla desde hace más de un año con un contrato indefinido desde su incorporación como envasadora de pimientos de primera calidad. «Tenemos especial interés en incorporar a la plantilla personas con discapacidad -no severa, por la tipología del trabajo-, por responsabilidad social y empresarial», explica Mónica Ramos, directora del departamento de Recursos Humanos de Natura Choice.

Rosario no es la única trabajadora de esta empresa de manipulado con discapacidad. Son cinco las empleadas que cada día hacen la misma labor que el resto de sus compañeras. Yesica Martín es la más joven, con 23 años. «Tengo una hermana melliza con problemas de vista, el mío es la audición, Se dieron cuenta en el colegio, cuando la profesora me hablaba y no contestaba», recuerda entre risas. Lleva un audífono prácticamente inapreciable, nada que ver con los antiguos aparatos: «En el colegio se metían conmigo, pero que lleve un audífono no significa que sea tonta», aclara tajante como si a alguien le quedara aún un atisbo de duda.

Ahora en la planta de Nature Choice, donde el ruido acalla las palabras haciendo prácticamente imposible la fluidez en el diálogo, Yesica es el recurso de sus compañeras cuando Encarni, la encargada, reparte instrucciones. «Me vienen a mí, a las más sorda, a preguntarme que qué ha dicho: Estoy acostumbrada a leer en los labios».

El proceso de selección del departamento de Recursos Humanos es el mismo que se aplica a cualquier aspirante sin discapacidad. «Son trabajadores como cualquier otro y, si encima ves que los resultados no tienen nada que envidiar a los del resto, ¿por qué no vas a contratar a personas con discapacidad?» A través del programa de la FAAM, empresas almerienses han compartido este planteamiento de Mónica Ramos contratando a 18 de los 37 usuarios de la anterior edición de Acciones Experimentales (con vigencia hasta septiembre de 2010), y a 14 de los 29 usuarios que a día de hoy están incluidos en la edición actual, que perdurará hasta septiembre.

Diana Díaz ha dejado el pimiento por el pepino, cuya labor de selección le es más fácil ante la pérdida de visión que sufre por cataratas congénitas. A sus 37 años le han operado en varias ocasiones, pero recuerda con cariño la primera intervención cuando apenas tenía seis: «La pagó mi maestra, la señorita Pilar». Como asegura, «todavía hay gente buena».

Fuente:EL ALMERIA/Maria Victoria Revilla.