Fotografía de Vanessa FuentesEn la actual sociedad occidental de la que somos residentes, emerge con auge una sintomatología socio-emocional, antes esporádica, consecuencia de una vertiginosa necesidad por llegar a todo y conquistar la perfección o el beneplácito del prójimo.

Síntomas psicológicos como la ansiedad, agitación, irritabilidad o depresión dados, sin darnos cuenta, de acciones, percepciones y relaciones con nuestro micro y mesosistema son frecuentes hoy en día. Es decir, cuando las emociones creadas por lo que hacemos en el entorno familiar, formativo o laboral se intensifican de forma negativa, aparecen estos estados emocionales.

Estos factores, evidentemente, no son ajenos a las personas con discapacidad, pero tampoco los podemos considerar que siempre son debidos a ésta. Si bien es cierto que las diversidades funcionales adquiridas, según las edades, suelen tener algunos de estos trastornos emocionales al raíz del cambio de condición, tal como explico en mi artículo: “Proceso de adaptación y asimilación”, también es importante hacer hincapié en que, como cualquier persona, podemos tener estos efectos emocionales por factores vivenciales.

Y es que por ejemplo la ansiedad, según la definición de la OMS: “es una emoción natural que comprende las reacciones que tienen los seres humanos ante la amenaza de un resultado negativo o incierto. Este tipo de reacciones, se producen ante los exámenes, al hablar en público, al sentirse evaluados, en situaciones sociales, o ante cualquier situación que nos resulte amenazante.” Situaciones totalmente habituales en personas con diversidad funcional independientemente de la propia discapacidad.

Lo mismo pasa con la depresión, la cual se define como: “un trastorno mental frecuente, que se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración.” (OMS), emociones producidas por situaciones socio-emocionales que, aunque a menudo pueden estar influenciadas por la dependencia dada por las limitaciones o diferencias funcionales de cada discapacidad, también son habituales por emociones cuotidianas intensificadas como en cualquier ser humano.

Pero, ¿por qué enfatizo que el surgimiento de estos estados emocionales no siempre es derivado de la discapacidad? Si esto debería ser algo obvio, ¿verdad?

Pues bien, en ocasiones se otorga el estado anímico de las personas con diversidad funcional a la discapacidad. Si estamos irritados, suelen decir: “claro, pobrecito/a está enfermo/a.” si estamos tristes o fatigados: “no le hagas caso, es la discapacidad.” Si intentamos expresar lo que sentimos: “qué quieres, es normal con tu discapacidad…”

Así, frecuentemente, se tiende a olvidar que, detrás de la discapacidad, hay una persona con sentimientos, emociones, relaciones, ilusiones, frustraciones, etc… Y estos factores socio-emocionales a veces también se deben atender desvinculándolos de la diversidad funcional.  Porque si se tiene ansiedad ante un temor como suspender un examen, o una fobia a las alturas o se está triste por una relación o por un acontecimiento negativo para esa persona; no tiene nada que ver que no ande, no hable oralmente, no oiga o no vea.

Es por eso que es importante tener en cuenta y saber escuchar las situaciones emocionales de cualquier persona, independientemente de su condición funcional. ¿Y cómo?:

  • Con una buena escucha activa.
  • Dejando de lado perjuicios (ante todo somos personas).
  • Dejando tiempo para que la persona se pueda expresar a su ritmo.
  • No ordenar lo que tiene que hacer la persona, ella debe tomar las decisiones.
  • No quitarles importancia a las sensaciones de la persona, ponernos en su lugar.

Porque las emociones, percepciones y pensamientos, sean positivos o negativos, son vivencias personales ajenas a los estándares sociales y gracias a las cuales emerge la realidad humana de las personas con diversidad funcional.

Así que, si miras detrás de la discapacidad, encontraras a una persona.

​Vanessa Fuentes

Psicóloga, integradora social, formadora y tecnopedagoga

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