foto autorEl fumar es un riesgo cardiovascular conocido al que se une el sedentarismo en las personas con discapacidad física. La dificultad  o la imposibilidad de la deambulación y la sedestación permanente o la mayor parte del tiempo en la silla de ruedas, limita la movilidad torácica y por lo tanto  la disminución de  la capacidad vital respiratoria: el volumen de aire que se puede movilizar en una inspiración y espiración máxima. Estas limitaciones, junto con la dificultad para movilizar y expulsar secreciones del árbol bronquial, flemas, hacen más perjudicial los efectos del tabaquismo en esta población.

 

Según el estudio «Binomio tabaco – alcohol en personas con discapacidad» el 21% de las personas con discapacidad física son fumadores y de estos el 30,6% son hombres y el 17,1% mujeres.

El inicio de contacto con el tabaco en esta población se sitúa en los 16,8 años  empezando el consumo diario a los 18,5 años. Edades mucho más tardías que en el resto de la población.

Estos datos por sí solos justifican la idoneidad de  prevenir el hábito del tabaquismo en adolescentes con discapacidad física, para no tener que tratarlos de adultos. Son necesarios programas preventivos para adolescentes con discapacidad antes de que se inicien en el consumo del tabaco.  la Asociación CONVIVES CON ESPASTICIDAD tiene intención de presentar un programa de prevención  dirigido a adolescentes con discapacidad. Programas que les prevengan de la falsa solución a sus necesidades, que les aporta temporalmente el tabaco. Y que no solo no se las soluciona sino que les hace adictos y les afecta seriamente a su salud.

Foto de una persona fumando tabacoEl contacto “tardío” con el tabaco nos ofrece un tiempo, de los 13 los 16 años de edad, en el que el desarrollo cognitivo del adolescente permite asimilar conocimientos sobre  los efectos negativos del tabaco sobre la salud. Y especialmente  sobre sus capacidades respiratorias.

Habría que empezar por entender y comprender “el partido y la rentabilidad” que le sacan los adolescentes al fumar:

-El inicio del consumo diario como alternativa a la falta de habilidades sociales en el adolescente. A esta edad el cigarrillo puede ser usado para aplacar la ansiedad que genera el inicio de una conversación con iguales, el mantenimiento de la conversación y el “terror” a los silencios. El ofrecer o pedir un cigarrillo o fuego para encenderlo supone un guión convencional, tópico y típico  fácilmente aceptado por el otro para iniciar una conversación. Todo el ritual, con sus gestos, de inhalar y expulsar el humo y el tener ocupadas las manos, resultan ideales para rellenar silencios “angustiantes” en las conversaciones.

-El fumar como acto de rebeldía y protesta a las normas de los adultos.

-El tabaquismo como deseo de mostrarse más adulto, dentro de ese típico confusionismo del adolescentes que unas veces los padres el tratan como niño para “permisos, pagas y salidas” y otras como adulto cuando de estudios y deberes se trata.

Así resulta imprescindible  para  los adolescentes con discapacidad programas de prevención antes de que se inicien en el hábito de fumar.

Lectura recomendada:  Binomio tabaco – alcohol en personas con discapacidad

Dr. Darío Fernández Delgado

Médico de familia, psicólogo clínico y logopeda

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