La espasticidad es un síntoma no una enfermedad. Puede estar producida por múltiples causas que afectan a un área del cerebro y/o de la médula espinal. Esta área se denomina vía piramidal. Estas enfermedades pueden ser genéticas, perinatales (como la hipoxia cerebral que se produce en un parto complicado), infartos o hemorragias cerebrales, traumatismos cráneo-encefálicos o medulares, intervenciones neuroquirúrgicas en el cerebro, etc.
La única forma de diagnosticar la espasticidad es la exploración neurológica. Esta exploración es compleja y debe de ser realizada por personas expertas como son los neurólogos o los rehabilitadores.
La espasticidad se define como el aumento del tono del músculo. Para explorar este tono debemos de mover pasivamente la articulación que mueve este músculo. Así para examinar el tono del miembro superior el explorador cogerá la mano del paciente con su mano y el codo del mismo lado del paciente, con la otra. Una vez cogidos la mano y el codo del paciente, se realizarán movimientos de flexo-extensión y rotación de la muñeca, flexo-extensión del codo y rotación del hombro.
En personas sin espasticidad este movimiento es suave y no se produce ninguna resistencia. En personas con espasticidad notaremos una dificultad para estos movimientos, pero curiosamente, si aumentamos la velocidad del movimiento, va a disminuir la resistencia a éste. Este fenómeno se llama fenómeno de “la navaja de muelle”. Ya que, como en este utensilio, al intentar abrir la hoja de la navaja nos cuesta, pero si aplicamos más velocidad se vence la resistencia y se abre con facilidad.
Es importante este matiz, ya que hay enfermedades que provocan aumento del tomo muscular y, al contrario que en la espasticidad, este tono aumenta al aumentar la velocidad del movimiento que aplicamos a las articulaciones. Este aumento de tono se llama rigidez muscular y es característico de la enfermedad de Parkinson.
Así pues, médicamente la espasticidad es un síntoma y la rigidez es otro diferente; y son producidas por enfermedades distintas.
Hay otros síntomas que, casi siempre van a ir unidos a la espasticidad como son: la dificultad o imposibilidad al realizar los movimientos finos (el paciente tiene dificultad para contar con los dedos rápidamente o hacer los “5 lobitos”), los reflejos están exaltados, la marcha es difícil con tendencia a las caídas, los muslos se aproximan y es muy difícil separarlos, cuando se apoya la punta del pie se produce un “temblor” desagradable que se denomina clonus e incluso se puede afectar el habla, etc..
Si la espasticidad aparece en edades tempranas de la vida, puede producir alteraciones en el crecimiento de las extremidades con acortamiento de los tendones que va a obligar a intervenciones quirúrgicas. En circunstancias más crónicas puede haber dolor, contracturas articulares, que también duelen, e incluso heridas en la piel.
Después de diagnosticar la espasticidad, se debe de valorar la intensidad de la misma. Hay muchas escalas, pero la más conocida es una que se denomina de Ashworth. Se gradúa de I a IV.
La espasticidad grado I permite todo el rango del movimiento de la articulación, notándose algo de resistencia. En el grado II se alcanza todo el rango del movimiento, aunque con más dificultad. En el grado III no se alcanza el rango completo del movimiento articular y si forzamos, provocamos dolor al paciente. En el grado IV la articulación está fija, no se puede mover y cualquier intento de hacerlo va a provocar dolor.
Esta clasificación es muy importante, porque según el grado, así se van a poder aplicar unos tratamientos u otros. La de grado I puede que no merezca la pena tratarla. En el grado II y III, si la espasticidad es focal se puede inyectar toxina botulínica en los músculos espásticos. Si es generalizada se pautarán fármacos que relajen la musculatura (miorrelajantes) o se pondrá una bomba de baclofén, se aplicarán férulas, etc… En el grado IV no hay mejoría con los tratamientos de toxina o fármacos y la solución más eficaz suele ser la cirugía.
En la actualidad, debido al diagnóstico precoz de la espasticidad y al tratamiento adecuado, se están obteniendo buenos resultados que permiten mejorar la calidad de vida de los pacientes. El equipo debe de ser multidisciplinar e implicar a neurólogos, rehabilitadores, fisioterapeutas, cirujanos ortopédicos, psicólogos, neurocirujanos, terapeutas ocupacionales… Y por su puesto, al paciente y a su familia.
Dr. Antomio Yusta Izquierdo
Jefe de Neurología Hospital Universitario de Guadalajara
Unidad de Daño Cerebral del Instituto de Enfermedades Neurológicas de Castilla La Mancha
Profesor de Neurología. Facultad de Medicina. Universidad de Alcalá