foto autoraAunque el título de este artículo sea la estrofa de una canción que se proclamó como himno de la diversidad en general, pienso que es una frase que debemos llevar clavada a fuego las personas con discapacidad física y con la inteligencia conservada.

No exagero si digo que hay algo más a parte de las capacidades motrices y eso muchas veces se omite por parte de nuestro entorno: y es el poder de funcionar a pesar de las limitaciones físicas. Lo expreso así, de forma plana, porque se puede vivir, ser feliz y crear nuevos caminos sin necesidad de caminar, sin poder realizar las actividades de la vida diaria (como ducharnos, comer o ir al baño) por nosotros solos o no poder comunicarnos como la mayoría.

La vida va más allá de esas actividades mecánicas que, si nos dejan, pueden estar cubiertas por recursos accesibles y asistenciales. Y es que el verbo “vivir” es mucho más que eso. Es la libertad y el derecho a:

  • Poder decir qué, cómo y cuándo hacer cada cosa,
  • Tener autodeterminación,
  • Poder equivocarnos y aprender de ello,
  • Decidir el hoy y el mañana nosotros mismos para poder ser felices.

¿Pero qué nos impide todo eso?

  • El principal factor, como digo siempre, es la sobreprotección. La cual se da tanto en el entorno de la persona con discapacidad como en el seno social, dado que las limitaciones físicas son percibidas e, incluso asimiladas, como componentes que hace vulnerable a esta persona.
  • Aunque también, porque no reconocer, que a menudo incentivamos nosotros mismos cierta sobreprotección y paternalismo dejando que nos hagan aquello que podríamos hacer solos.
  • Asimismo, la falta de recursos y ante todo, la carencia de promoción y facilitación de la figura del asistente personal. Pues esta daría paso a disminuir temores respecto a nuestro presente y futuro, derribando perjuicios de lo que podemos hacer y lo que no.

 

Foto de una persona pensando antes de tomar una desiciónPorque somos nosotros, las personas con discapacidad, los que debemos decidir y saber hasta donde podemos llegar. Dado que, tengamos las limitaciones que tengamos, lo que está claro es que sólo tenemos esta vida y, si no la vivimos tomando nuestras propias decisiones, estaremos viviendo un camino ajeno, tomando el timón los otros que, aunque quieran lo mejor para nosotros, muchas veces lo que es, o será, no es lo que nos satisface o nos llena. ¿Y qué es un sendero sin ilusiones ni metas propias?

Por eso, cada mañana tenemos que pensar: “estoy aquí y me quiero superar para hacer aquello que me llena”. ¿Cómo?

  • Haciendo de cada limitación, una oportunidad.
  • Aceptando y escuchando los consejos,
  • Acordando decisiones que impliquen a terceros.
  • Trabajando por nuestra autodeterminación.
  • Luchando por la mejora de recursos asistenciales.
  • Visibilizando que hay muchas cosas en nosotros además de las que no podemos hacer solos.

Y son esas cosas, pensamientos, sentimientos, emociones, decisiones y acciones las que crean una esencia propia de eso que llamamos vida y que es única.

Porque como dice la canción de Beret:

“Ojalá si te aceptasen por primera vez

Y entendiesen que es que todos merecemos bien,

Que no existe una persona que no deba de tener,

Ya que somos circunstancias que nunca elegimos ser,”

Pero si qué podemos elegir o decidir cómo queremos que sea nuestro mañana. Porque… “Mi destino es el que yo decido, el que yo elijo para mí.”

Destino a veces común con otras personas con discapacidad donde, si unimos decisiones y acciones, podemos crear un futuro mejor.

Vanessa Fuentes
Psicóloga, integradora social, formadora y tecnopedagoga
Web PsicoVan: http://psicovan.hol.es/