Normalmente, cuando alguien te pregunta ¿Cómo fue tu primera vez? A todos nos viene a la cabeza la primera relación sexual. Quizás, no nos damos cuenta que la vida de todas las personas está llena de primeras veces… Este número en las personas con discapacidad se multiplica. Yo por lo menos tengo grabado a fuego unas cuantas primeras veces de logros, que para el resto del mundo pueden pasar desapercibidos: La primera vez que salí sola con mis amigos a pesar de la angustia familiar, un gran logro… La primera vez que me puse los zapatos sola a los 16 años, algo que agradezco cada día. Lo cierto es que, aunque suene fuerte se puede salir sin bragas a la calle, pero no sin zapatos. La primera vez que hice el juego de talón punta, algo automático para el resto y, tan esencial para la marcha, la fatiga y la autonomía también a los 16 años. ¡Vaya 16 años más buenos que tuve!
La primera vez que aprendí a dar un paso de forma correcta, recuerdo que el que entonces era mi fisioterapeuta, Sergio Lerma, se pasó ocho sesiones dando vueltas conmigo explicando como si fuera una niña de 3 años a pesar de mis 30 cómo tenía que hacerlo. ¡Tardamos, pero lo logramos!
Cuando las personas con discapacidad y sus familias acuden a mí como psicóloga lo primero que hago es firmar un pacto de compromisos, ¡esto es un trabajo en equipo! Lo segundo, les pido dos cosas:
- Celebrar las primeras veces, esos pequeños grandes logros. ¿Qué importante son las celebraciones y que poco tiempo les dedicamos? Cada celebración genera un recuerdo al que puede recurrir la memoria en caso de desesperanza. ¡No olvidemos los pequeños grandes logros!
- Crear un mural de buenos momentos con fotos. Cuando una mente está centrada en la limitación hay que desplazarla hacía la fortaleza, hacía la posibilidad, y para ello, no hay nada mejor que generar un estado de ánimo positivo. ¿Qué mejor forma de lograrlo que trasportarnos a las buenas experiencias y revivirlas?
Esta semana he vivido una primera vez que me ha emocionado, mientras realizaba un ejercicio con mi nuevo fisioterapeuta Miguel Martínez, noté por primera vez como se me estiraban las dorsales de forma activa y se me descargaban sin masaje. Por primera vez sentí que controlaba esa parte de mi cuerpo y un alivió desconocido para mí hasta entonces. En ese momento se me cayeron las lágrimas porque ya tenía asumido ese dolor, esa carga, esa incomodidad… Cuando sientes tantos dolores o sensaciones desagradables tu mente va priorizando como hace con tus tareas en el trabajo o en otras áreas de la vida. Desde la psicología cognitiva siempre se recomienda aceptar aquello que no podemos cambiar, el hecho es que cuando tu propiocepción está afectada y el dolor o las sensaciones son tan difusas es complicado saber qué podemos cambiar y qué debemos aceptar. De modo que, como psicóloga, pero sobre todo como persona, hoy quiero recalcar la necesidad de permitir que la vida nos sorprenda y de agradecer esos pequeños instantes de felicidad inesperada. ¡Celebremos y vivamos la vida! Celebremos cada pequeño logro, como si fuera la más grande de las hazañas. ¡No somos lo que vivimos, somos lo que recordamos!
Quiero terminar este artículo dando las gracias a todas y cada una de las personas que están detrás de mis pequeños grandes logros.
En enero celebro mis avances con el equipo rocódromo: Beatriz Moral (mi fisioterapeuta femenina), Miguel Martínez, (mi fisioterapeuta masculino) ambos se complementan y se alegran mutuamente de los avances que tengo con el otro, esto es de agradecer y debería ser lo habitual, ningún paciente es propiedad de nadie y 4 cerebros piensan más que 2 y menos que 6 y Adrián Alcañiz, mi masajista. ¡Tres cracks! ¿Quién dijo miedo? ¡Deseando escalar alto, por primera vez, en la mejor compañía!
Claudia Tecglen
Presidenta de Convives con Espasticidad y Psicóloga
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