foto autoraCuando se tiene una discapacidad física a nivel de sistema nervioso central, muchas veces mente y cuerpo no se coordinan o, mejor dicho, el cerebro no le da las ordenes correctas a nuestro cuerpo y esto hace que el comportamiento de nuestro cuerpo sea divergente al de nuestro pensamiento.

Vamos, lo que viene siendo cuando parece que nuestro cuerpo no nos hace caso.

¿En qué casos puede ocurrir esto? Cuando la discapacidad conlleva:

  • Espasticidad.
  • Ataxias.
  • Distonías.
  • Hipertonía.
  • Hipotonía.

El cambio de comportamiento corporal varía según estas 5 sintomatologías, puesto que no se manifiestan con igual patrón de movimiento ni de tono muscular. Además, en cada persona puede variar en grado, modo y nivel. Por poner un ejemplo, no es lo mismo las distonías focales que las generalizadas, dado que en las primeras se dispara una parte del cuerpo y en las segundas, varias partes; lo cual dificulta en mayor grado la realización de una tarea o actividad.

Esa descoordinación prolongada en nuestras vidas entre cuerpo y mente o, mejor dicho, entre lo que queremos y pensamos hacer y cómo nuestro cuerpo reacciona a nivel de movimiento y de tono muscular, puede promover sentimientos y emociones como:

  • Frustración al ver que el cuerpo no nos deja hacer aquello que queremos.
  • Ansiedad al no tener a menudo el control de nuestro cuerpo.
  • Rabia y enfado de no saber qué hacer ante esos momentos de agitación o pasividad muscular.
  • Miedo de no poder hacer aquello que queremos.
  • Dejadez dejamos de hacer cosas para evitar luchar contra nuestro propio cuerpo.
  • E incluso podemos tener vergüenza de cómo nos ven los demás o cómo se recibirá el patrón comportamental de nuestro cuerpo.

Todo ello, si se da con frecuencia, puede conllevar aislamiento, impotencia e incluso depresión. Pero, además, en momentos, podemos sentirnos incomprendido, lo que puede aumentar estos sentimientos negativos y el aumento de los síntomas que crean todos esos estados.

¿Podemos evitar todo esto?

Obviamente, cada cuerpo es un mundo y los síntomas descritos al principio, no los podemos hacer desaparecer con una varita mágica, quizás se pueda atenuar con terapias, rehabilitación, fármacos, cirugías etc, pero tenemos que aprender a convivir con ellos, escuchar nuestro cuerpo y entenderlo. Evitando que se convierta en nuestro enemigo.

¿Cómo?

No es fácil, y hablo con conocimiento de causa. Pero a menudo, queremos controlar nuestros movimientos y el tono muscular y lo que conseguimos es el efecto contrario, fomentando el aumento de éstos.

Por tanto, debemos:

  • Respetar los tiempos de nuestro cuerpo. No querer forzarlo, porque es como luchar contra él y eso hace incrementar el tono y el movimiento. Lo que significa que se debe parar cuando él lo pida, para no forzar las ordenes contradictorias que envía el cerebro al cuerpo, que es lo que genera frustración, ansiedad, etc.…
  • Buscar el mejor método de relajación, de distracción. Cada persona es diferente.
  • No querer evitar los movimientos involuntarios sino aprender a “bailar” (como dice mi fisio) con ellos. Si los intentamos reprimir, generamos la sensación del juego de estirar la cuerda (a ver quién puede más: mi cuerpo o yo) y eso, como he comentado, puede hacer que vayan a más en vez de disminuir.
  • No tener vergüenza de estos síntomas, aunque veamos que haya ocasiones que aumenten en público. Si actuamos con naturalidad y aceptamos cómo es nuestro cuerpo, nos aceptarán los demás tal como somos. Y no hablo sólo bajo un marco teórico psicológico sino desde mi propia vivencia. Hace poco tenía una ponencia en una jornada que había coordinado y, supongo que, por el estrés de otras situaciones de mi vida, ese día me incrementaron de forma abrupta las distonías y la rigidez. Hasta tal punto que mis compañeros psicólogos me querían bajar de donde tenía que dar la ponencia de los movimientos que tenía. Pero dije que no, porque así se quería manifestar mi cuerpo, y aunque mi mente no estuviera de acuerdo, lo tenía que aceptar. Era la oportunidad, sin darme cuenta, de mostrar al resto (asistentes y sociedad) que lo que verdaderamente importa es lo interior, no aquello físico y visible.

Si nos aceptamos tal como somos, disminuirán los sentimientos negativos antes mencionados. Pero, a la vez, contribuiremos a la normalización de la diversidad de la discapacidad.

De todo esto y mucho más hablaremos en la Escuela Convives porque afrontar activamente es el comienzo de la aceptación. ¿Te has apuntado ya?

 “La felicidad no está ahí fuera para que la encontremos, y la razón de eso es que está dentro de nosotros”. Sonja Lyubomirsky.

Encuentra la felicidad en tu interior y la hallarás en el exterior.

Vanessa Fuentes

Psicóloga, integradora social, formadora y tecnopedagoga

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